DESDE UN LUGAR DE MALLORCA.- CRÓNICA DE UN DESEO.- José Calderón Barrios
Helmut Kohl, formando parte de los impulsadores de la Unión Europea, cuando se debatía sobre la moneda única, manifestó: “Es preciso que todos nos esforcemos en alcanzar el acuerdo, pues si fracasamos volverán los nacionalismos y, estos, ya se sabe, son la guerra”.
¿Qué pasa en Cataluña que en la primera ocasión que tiene el político de turno se encarama en un balcón y no se baja ni a escobazos, hasta que proclama la República Catalana? Así lo hizo, en 1641, Pau Clarís, clérigo y político. Ya antes, en 1636, acordaron que en las misas todos los sermones fueran en catalán, sabiendo que desafiaban a la corona española. Francesc Macià i Llussà, antiguo coronel, muy españolista, evolucionó hacia el separatismo y en 1922 fundó el partido “EstatCatalà”; en 1923, por el golpe de estado de Primo de Rivera, tuvo que abandonar el país. En 1931, vencedor en las elecciones municipales de abril, proclamó unitlateralmente la República Catalana. Y otro más, Lluis Company, cofundador junto a Macià de Esquerra Republicana, debido a que entraron en el gobierno de Lerroux, en 1934, tres miembros de la CEDA se provoca la revolución de Asturias y la revuelta de la Generalidad de Cataluña, Company aparece en un balcón del ayuntamiento y se proclama alcalde de Barcelona y además anuncia la República Catalana…
Y a esta ciudad he sido emplazado por el imprevisible destino, yo, un forastero procedente de Mallorca y ahora aquí, en tierra de charnegos, deambulando por lugares en blanco y negro de la gran ciudad, observando edificios de los que cuelgan banderas pro y anti España. El eterno problema. La izquierda y la derecha ya aparecen hace más de dos mil años, cuando la madre de los zebedeos pide al mesías que cuando esté en su reino siente a sus dos hijos uno a su derecha y otro a su izquierda -como tonta-. Los otros apósteles se enojaron contra los dos hermanos, y aún sigue el enojo en el mundo. Yo sigo subiendo y bajando calles escarpadas de la sierra de Collserola, con inclinadas y escondidas plazas, con ancianos que toman el sol. A uno, sentado en un banco, le oigo gemír – ¿Por qué llora usted? – Pregunto. – Porque soy viejo – contesta. Una vieja, con cara de vieja, también lloriquea al lado de otra con aspecto de haber superado la media de vida nacional y lo hace porque “dice que le han dicho” que le van a quitar la pensión, según el partido que entre a gobernar.
Barcelona está sitiada. En su medio perímetro, donde se alza la ciudad, los emigrantes, resignados, parapetados en su humilde hogar, esperan impacientes la hora de votar.
(Continuará)