HABLAR POR HABLAR.- CINLANGO, SINLANGO, CIRLANGO… .- Francisco Martínez Calle
En la página 58 de mi libro Compendio de léxico ecijano (2016), en el apartado “Vocablos actuales característicos de Écija”, aparece definida la palabra cinlango, en los siguientes términos:
Cilango. Masculino. Miembro viril.
Luego, se ejemplifica su uso con el siguiente texto:
-Fulano no tiene un duro ni donde caerse muerto.
-Por eso sus niños van siempre desnudos con el cinlango al aire.
Debo aclarar que, si al final opté por cinlango, muchas veces estuve tentado a escribir otras formas sinónimas tales como sinlango, sirlango, cirlango, sinlargo…
Ninguna de las personas consultadas en su momento acerca de la palabreja supo decirme ni cuál era su origen ni cuál su pronunciación más extendida. No obstante, todos, unánimemente, coincidían, en su significado. Desde que tuve conocimiento del vocablo, he prestado mi mayor atención para averiguar algo más acerca de su naturaleza fonética, pero reconozco que, hasta ahora, poco o nada he progresado.
Y así estaban las cosas, cuando no hace mucho tiempo, curioseando en Internet, me topé con la escritora mexicana Pilar Montes de Oca, acerca de la cual figuran dos artículos: “¿Qué comemos los chilangos?” (2015) y “El chilanganario” (2014). El primero está constituido por una amplia y pormenorizada relación de los alimentos preferidos por los chilangos; y el segundo, de contenido más diverso, viene a ser un conjunto de informaciones relativas a los rasgos característicos de estos ciudadanos.
Motivado por el hallazgo y pensando que cinlango y chilango fuera vocablos emparentados, dada su composición fonética, consulté el Diccionario de la Lengua Española (2014), donde solo habla de chilango (pero no de cinlango):
“Chilango. Adjetivo, coloquial. Natural del Distrito Federal en México. Úsase también como sustantivo.”
Tras comprobar que entre nuestro cinlango ecijano y el chilango mexicano no existía relación ninguna, salvo su parecido sonoro, mi gozo, como suele decirse, cayó en un pozo. En definitiva, estoy como al principio: varias pronunciaciones para un término de uso local, cilango, sin ninguna relación con otra palabra, chilango, desconocida por la lengua española.
Como resultado de todo lo anterior, confieso que me encuentro derrotado, pero no vencido. Tengo la certeza moral de que todas las palabras tienen un origen, surgen por alguna razón y en algún momento son útiles en la sociedad en que, por primera vez, vieron la luz.
En consecuencia, seguiré, ojo avizor, a la espera de que alguien, el día menos pensado, me saque de mi ignorancia.
Francisco Martínez Calle.