NUESTRA AÑORADA Y FELIZ INFANCIA | LOS AÑOS 50 | Paco Rodríguez
Mi niñez, transcurrió en el barrio de Puerta Cerrada con San Juan Bosco, las Cuatro Esquinas del Carmen, calle Portería, colindando con la calle Alamillo. De vez en cuando nos íbamos a jugar al entorno de la calle Carmen con María Auxiliadora, donde también teníamos encuentros taurinos con otros niños aficionados, cuyos nombres no puedo detallar en su totalidad, pero que sí me acuerdo de Pepín y su hermano, que eran hijos del cobrador del autobús de Sevilla, de la empresa Soto; también eran nietos del municipal Pavillo; sobrinos a su vez del barbero de la esquina con María Auxiliadora. Todos vivían en la calle Carmen, frente a la Iglesia y su Torre. Son muchos los años transcurridos, y aunque la memoria me sigue siendo fiel, tengo que reconocer que hay lagunas en mi mente, que me impiden ponerlas en pié, razón por la que pido disculpas sinceras. Trato de reflejar acontecimientos que vivimos en una época de carencias. En fin, que en tal entorno, montábamos unas zapatiestas, toreando de salón, con los niños de los barrios de Puerta Cerrada y El Carmen, sus calles Alamillo, Marchena, Cordobés y Plaza del Matadero, San Gregorio, María Auxiliadora y adyacentes, pues de todas partes había niños y niñas en nuestros juegos y diversiones.
Unos hacían de toro, con una cornamenta, y otros toreaban. Obviamente, en aquellos tiempos no existía escuela donde aprender a torear y formarnos adecuadamente. Nos lo pasábamos muy bien, hasta que la noche se echaba encima, y a la voz de los mayores “¡¡cada mochuelo a su olivo”!!, nos recogíamos en nuestras casas.
Mi padre, que entendía mi afición, me tenía amenazado; no quería ni oír hablar de que fuera a ningún “cerrao” o ganadería de reses bravas, cercanas a esta Ciudad, como solía ocurrir con algunos, no tan niños, que sí habían hecho su bautismo de sangre delante de un becerro o una vaca. A mí no me dio por desobedecer a mi padre. Gracias a él puedo contarlo. Ni se me ocurre pensar qué hubiese sido de mí si no hubiese tenido la “jindama” que me acompañaba. Me gustaba torear, desde luego, pero tenía mucho miedo al “bufío” de un animal, aunque no tuviera cuernos.
*En el patio del Colegio del Carmen, donde me educaron, debido a los comentarios que hacían los niños, de que yo toreaba, los curas organizaban un coso taurino, o sea, se hacía un corro con los niños, y con la sotana de un cura, hacíamos lo que sabíamos. Ahí sí, se apuntaban los hermanos Agustín, Manolo y Juan Manuel Díaz Baena, los cuales iban rigurosamente vestidos de corto, con sus capotes y muletas.
De la familia Díaz-Baena, tengo unos recuerdos imborrables. Ellos me prestaban los achacales de torear. Manolo, precisamente me animaba a que siguiera el camino “Paco tú tienes duende, sigue toreando”, lo que corroboraba su hermano Agustín (q.e.p.d).
De resultas de la amistad con los hermanos Díaz Baena, tanto su padre, Don Juan Díaz, como su madre Patro Baena, que hacía las veces de madre de todos los que íbamos a su casa, y nos tenían un cariño, como si fuésemos de su amplia familia. En su casa de la calle Caballero, nos encontrábamos multitud de niños, amigos de ellos, y aficionados a los toros. Recibíamos una atención extraordinaria, como ya he dicho. Nos daban de merendar picatostes con chocolate y otras golosinas. En esas “capeas” todos toreábamos con los capotes y muletas de los hermanos Díaz Baena, incluso nos prestaban ropa para que vistiésemos de corto, en tardes de “corridas”. Un gran número de niños, como ya he dicho, entre los que se encontraban, Guillermo Gutiérrez “El Ecijano”, Ricardo Pulido, Leonardo Neri, Antonio Chía Ramírez, Pepín García. De la calle Avendaño: Pepe El Porra, Francisco Aguilar “El Poli”, los hermanos Antonio y Paco Cantos, Paco Laguna, -en la actualidad el más importante biógrafo y conservador de las esencias del Califa Manolete-, los hermanos Manuel “El Tete” y Jacinto Rojas, su primo Arturo, El Pepinito, etc… Interminable sería la lista de buena gente que acudíamos a casa de la mejor familia que he conocido a lo largo de mi vida. Maravilloso aquél tiempo. Recuerdos inolvidables, unos momentos muy especiales.
LAS NIÑAS. En aquél entonces, no se tenía la cultura de hoy. Ellas, tenían sus propios juegos, con sus muñecas, la comba, los cromos, los cuentos de hadas, el ganchillo, y las consabidas conversaciones propias de niñas. Téngase en cuenta que, incluso los colegios, eran de niños o de niñas: sin mezcla alguna. En el Colegio Salesiano del Carmen, no se admitían a las niñas. Para ellas había, y hoy también existe, un colegio salesiano de María Auxiliadora, en la calle La Merced. No obstante, en nuestros juegos taurinos, las niñas ocupaban un lugar importante, haciendo de espectadoras o haciéndonos las chaquetillas de toreros, como ya dije.
–*–En este punto, una mención especial, en el recuerdo, para todas aquellas niñas, hoy abuelas, que vivieron felices, sin preocupaciones de la “igualdad” de hoy en día. Entre ellas recuerdo a mi hermana LUISA (q.e.p.d), que lideraba el grupo de niñas, Candi Guisado Carmelita y Paquita Muñoz. Inés Ariza…¡¡qué tiempos!!.
*LA BANDA DEL COLEGIO SALESIANO DEL CARMEN.-
*Pasada aquella etapa taurina. Debo recordar con añoranza y nostalgia, mis vivencias en la Banda del Colegio Salesiano, fundada y dirigida con gran acierto por el profesor, Don Emilio Mª Rivero. En ella estuve durante los años, 1953 al 1956. Una etapa muy ilusionante y maravillosa. Era una Banda muy disciplinada. Aprendimos a desfilar, marcando el paso, como se hace en el ejército; (lo que me vino de perla, cuando años más tardes, con dieciocho años recién cumplidos, me incorporé como voluntario al ejército). Desfilábamos en las procesiones de Semana Santa o cualquier otra procesión, de las muchas fiestas religiosas que se celebran en Écija durante el año. Así mismo la Banda, era reclamada en cualquier pueblo de Andalucía. En todas partes dejábamos el sello de nuestra personalidad, por lo que éramos requerido de nuevo para el año siguiente. Recuerdo que en Sevilla, un 24 de Mayo de 1954, formamos parte de un concurso de bandas de toda Andalucía. Nuestra Banda quedó en tercer lugar, entre cien que acudieron. Años más tarde se incorporaron otros instrumentos, como las gaitas gallegas, que hacían aún más vistosa y relevante nuestra presencia.
*Igualmente, dábamos conciertos, junto a la banda municipal, dirigida por el maestro Don Miguel Tena, tanto en desfiles procesionales, como en el famoso “tablao” del salón, interpretando marchas militares y otras composiciones, que el Maestro Tena construía para ambas bandas. A esos eventos acudía un público heterogéneo, que llenaba el SALÓN, y lo pasaban en grande. Nosotros fuimos los pioneros en cantar los pasodobles, con la Banda municipal, dedicados a los toreros ecijanos del momento, Bartolomé Jiménez Torres y Jaime Ostos. La letra de ambos pasodobles las escribió en gran escritor y poeta ecijano, de Manolo Mora. La música la compuso el maestro Tena. Eran los tiempos de la fiebre taurina en Écija, por Jaime y Bartolo. Tuvimos tanto éxito que hubo de repetir el concierto en varias ocasiones más.
*ALGUNOS JUEGOS…(guerrillas entre barrios)
*A destacar los juegos que teníamos los niños, aparte del de torear de salón:
*Piola: Saltar sobre otro, que esté en posición de pié con la cabeza agachada. O el juego de “El burro”, consistente en que un niño se ponga agarrado a los hierros de una ventana o a cualquier otro elemento fijo, con el cuerpo agachado, detrás se van situando, en la misma posición, otros niños; el siguiente va corriendo y salta como si fuera un burro de gimnasio, hasta que por el propio peso de todos o cansancio del primero, caen al suelo, el último en caer sería el ganador.
* A las bolas (hoy le llaman canicas).
* Al trompo, pero tirándolo con fuerza sobre otro que estuviera en el suelo. Aquél que fuera capaz de partirlo por la mitad, ganaba la apuesta.
* Un juego muy “bestia” consistía en retarse a duelos, o guerrillas callejeras, en diferentes barrios de Écija, por grupos de niños residentes en ellos, cargados de piedras -arrancadas del suelo, pues todas las calle estaban empedradas-, y trazando una línea o frontera imaginaria, cada grupo, formando trinchera, se apedreaban unos a otros. El éxito lo obtenía aquél grupo, perteneciente a uno de los barrios contendientes, que resultase con menos lesionados o ilesos. El duelo solía durar una hora; y tanto el principio como al final, lo determinaba un niño neutral, que actuaba de árbitro. En multitud de ocasiones, éste, o sea el árbitro, resultaba lesionado o “escalabrado”, y ambos bandos resultaban ilesos. Animaladas que, por fortuna dejó de practicarse, por orden de la autoridad competente. A mí me escalabraron una vez y me llevaron a la casa socorro, que estaba en el Ayuntamiento.
* También manteníamos encuentros de fútbol, entre los barrios, teniendo como escenario una “era”, empedrada, que estaba situada donde los pisos de la Plaza de Toros, en Pinichi. Raro era el día que no se acabase de mala manera los encuentros, por las había peleas a puñetazos, debido a la discrepancia con el resultado del partido.
En cuanto a chuches, en aquella época, los más consumidos eran:
* El Paloduz (El paloduz, también llamado palodú o palo de regaliz, es el rizoma de la planta del regaliz. … Además de su sabor característico, aporta mucho dulzor al ser el regaliz un potente edulcorante natural). Era muy consumido en su época, lo consumíamos masticándolo, como ahora se hace con el chicle, no tenía más misterio. Por una perra gorda (10 céntimos), te daban un buen hatillo de palodú.
* El citrato. Una barra de regaliz negro, muy consumido por nosotros, los de entonces. Parece ser que al cabo de los años, este producto es peligroso porque tiene unos componentes dañinos que pueden llevarte al hospital, por falta de potasio. Esto es ahora, entonces nadie fue ni al médico, y nos poníamos tibios de citrato. ¡LAS…. COSAS DE LAS COSAS.
* La algarroba, bien en estado natural o en un cartuchito, con la algarroba molida. Según sabemos hoy, aportaba, múltiples beneficios para la salud, incluso era una defensa para la nariz. ¿Quiere decir, que en aquellos tiempos no enfermábamos los niños?. Sí, claro que había enfermedades, ¿cómo no va a haber virus?, todos los que fueren menester. Pero yo, personalmente, no recuerdo ningún resfriado. Y hacía mucho frío, y teníamos poquita ropa de abrigo. Pero salíamos adelante: Dios nos protegía, desde luego.
* El palmito era otro producto que consumíamos mucho, cuando era la temporada, igual que los higos chumbos. Como actualmente se consumen, pero no con las ansias que lo hacíamos nosotros. El hambre conoce los remilgos ni los escrúpulos. Las pipas de girasol, se consumía en grandes cantidades, sobre todo en el cine “-matiné-”, donde, si no la consumías estabas condenado a no enterarte de la película, del ruido tan espantoso que formábamos. Es necesario recordar al famoso “Tío Manué”, que iba recorriendo todas las calles del pueblo, con un canasto cargado de dicho producto a granel, llamando con una voz muy impactante, cantando “¡¡LAS PIPAS DEL TÍO MANUÉ SON MU GÜENAS DE COMER!!”…
* Los polos de nieve, con sabores diversos. Los cortes de helado de “mantecado”, vainilla o de chocolate o de fresa; la leche merengada y otros productos derivados, se vendían en “Ca Cremades”, en la calle Nueva (hoy Miguel de Cervantes). Igualmente, en la Heladería La Italiana, junto al local del “Tenis Club”; en Puerta Palma, los helados y la leche merengada, que elaboraba el famoso cocinero, conocido por El Maestro, Antonio Martín, tenían un toque especial. A dicha heladería íbamos dando un paseo, y comprar los helados o los batidos.