COSAS QUE PASAN | EL SHOW DE JUAN Y EVA | José de Pineda
Esporádicamente y como buen jubilado, alguna que otra tarde después de la inevitable y necesaria siesta, suelo ver un poco la tele. Casi siempre el canal que hay sintonizado es Canal Sur; dicho esto como buen tertulianés, me hago la siguiente reflexión: Yo no digo ni que sí ni que no, pero hay que ver lo que tienen que aguantar mayormente, los abueletes que por unas circunstancias o por otras tienen que acudir al programa “La tarde, aquí y ahora”, popularmente conocido como el programa de Juan y Medio.
Reconozco que es un programa como se dice ahora, de “servicio público” que en principio está haciendo una muy buena labor entre el colectivo de personas generalmente mayores, por lo menos aparentemente, porque los entresijos del mismo, esos no se saben. Y digo esto porque solo salen las parejas que llegan a formalizarse de una forma u otra. En “La tarde, aquí y ahora” no se cumple aquella vieja reflexión que me enseñó un familiar: No pregones tus riquezas, ni pongas al descubierto tus miserias. Comprendo que el responsable del programa tenga que exprimir al máximo las intervenciones de los abuelos y sacarles la mayor información posible referente a su vida pasada y cuanto más morbo, más récord de audiencia para así hacerlo saber al día siguiente a los telespectadores.
Creo sinceramente que el precio que tienen que pagar es demasiado elevado los que acuden al programa a buscar pareja y así poder acabar de una vez por todas con esa nueva enfermedad impuesta y maldita llamada “soledad” y que solo los que la padecen, saben lo maligna y perniciosa que resulta sobre todo a esas edades. Y por si esto no fuera suficiente, tener que someterte la mayoría de las veces a un indecente estriptis emocional y humillante por parte del deslavazado y pedante presentador.
No creo en absoluto necesario que para ayudar a nuestros mayores a buscar pareja y así acabar con su soledad, haya que someterlos a esos zafios e inoportunos interrogatorios que a estas personas tanto les incomoda. Solamente sacarlos de su entorno y exhibirlos públicamente ya es un suplicio. El productor del programa se lo debería hacer mirar, como dicen ahora los cursis, y así evitar en lo posible a los intervinientes estos malos tragos.
Y lo que ya acaba con el cuadro de la ridiculez es cuando aparece en el plató una señora siempre disfrazada para la ocasión, y así no pasar mucha vergüenza, por lo soez de los diálogos de besugo, que aunque duran poco, se hacen enormemente interminables. No entiendo muy bien la necesidad de esa intervención, posiblemente sea para distender un poco a los abuelos después de contar sus historias y a los sufridos y somnolientos invitados llegados de los más recónditos lugares de nuestra Andalucía, que cada tarde llenan las gradas para tener su minuto de gloria al salir en la tele.
Por lo demás, nada más que objetar al programa de Juan y Medio y Eva González. Bien está lo que bien acaba y si con este formato televisivo se ayuda a que los más de 318.500 mayores de 65 años que viven solos en Andalucía acaben con esa maldita soledad impuesta y que muchas veces mata más que cualquier enfermedad, bienvenidos sean. Suerte para todos.