COSAS QUE PASAN | VERANO DEL 22 | José de Pineda
Yo no sé a ustedes, pero a mí este verano que está a punto de claudicar, se me ha hecho larguíiiiiisimo, y no solo por ese aumento desmedido de las temperaturas que hemos soportado durante todo el estío y que según los “expertos”, (siempre aparece un experto), hacía no sé cuántos años que no se producían; si no también por esa repetición cansina diaria de los medios anunciando los precios del kw a cada momento. Hay que ver la lata que nos han dado con los precios de la luz en sus distintas franjas horarias, que ya no sabe uno si lavar o planchar de madrugada o hacer el potaje o el gazpacho a las cinco de la tarde, la hora en la que comenzaban los toros antiguamente.
Pero la verdad del cuento de este atroz y agobiante verano es que tiene muchísimo mérito haber soportado a finales de julio y primeros de agosto, temperaturas de 47º y 50º a las siete de la tarde en este “Desierto de la Parrila” como se conocían estos pagos, y no haberla palmado. Porque lo peor venía por las noches cuando Lorenzo se acostaba y llegaba Catalina con su calma chicha y su ausencia total de fresco, y no se bajaba en toda la noche de los 35º ó 36º. Y a todo esto, media España en llamas vivas y la otra mitad con cortes de agua. Como siempre y según los expertos (de nuevo los expertos), todo provocado por el cambio climático y la madre que lo parió.
Este verano también ha sido el de los estudios científicos. No he visto nunca tantos en tan corto periodo de tiempo. Desde el que un grupo de científicos australianos certificó las aventuras sexuales de los cangrejos. Otro grupo, esta vez de los EE.UU, ha concluido que las tortugas de patas rojas bostezan una media de cinco veces cada hora, y que a diferencia de los humanos, no se contagian el bostezo entre sí. Un grupo de sabios ha invertido años y cuantiosos fondos en averiguar la relación entre el número de veces que una persona suspira y su propensión a pedir postre o renunciar a él en un restaurante. Así hasta tropecientos mil.
Y por si todo esto fuera poco para rematar la temporada vino la moda de los “culines al aire”. No, no me refiero a los culines de sidra que tan ricos están bien fresquitos, si no a esos glúteos incipientes de jóvenas y no tan jóvenas, que a lo largo de nuestras costas hemos vistos desfilar ante las miradas atónitas de los mayores que no dábamos crédito a tanta exhibición carnal, y todo esto con el consentimiento de sus pobres padres, posiblemente incapaces de evitar tanto desmadre. Como todas las modas, esta ya se está propagando por pueblos y ciudades con lo que no sé en qué quedará todo esto. Sé de buena tinta que en aquellos tiempos (como dice el Evangelio) Dios no contó con Internet, ni con Putin, ni con Pedro Sánchez, y claro pasa lo que está pasando en el mundo, que se ha hecho ingobernable incluso para el TODOPODEROSO.
- Este artículo se lo dedico a mi amiga italiana Donatella, con la que tanto nos hemos reído este verano a causa de la moda.
Hola Pepe,
Que maravilloso escrito, estás mejorándote cada vez que los leo. Me encanta como redactas los acontecimientos veraniegos pero deja a Pedro Sánchez en paz que lo está gestionando lo mejor que puede hombre!
Un saludo
José luis López