COSAS QUE PASAN | MALA RACHA | José de Pineda
Aunque el título se asemeje más a esos nombres tan raros que los bodegueros modernos les ponen a sus vinos tintos como Matarromera, Valdemacuco, Viñahonda, Mantel Blanco, Todo o Nada y así hasta cien mil (lo mismo ocurre con algunos negocios de hostelería como restoranes, gastrobares o tabernas de última generación) no me refiero a eso. El asunto es realmente otro.
Aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que hay quien todavía a estas alturas niega y reniega de esa afirmación, que cada día que pasa es inevitable recordarla y reafirmarse sin miedo a que te contradigan, y si no, ahí van algunos datos.
El principal de todos es la sequía que padecemos y a partir de aquí todo lo que esta situación conlleva: cortes de suministro, disminución de la calidad, recortes en los regadíos,… con lo cual ya empiezan a escasear productos de primera necesidad y por consiguiente, la temida e inevitable subida de precios. Aquella frase que algunos comerciantes viejos repetían cada día de que “todo lo que sube baja”, en estos tiempos de incertidumbre difícilmente sucede ya. O aquella otra que decía que “de lo caro siempre sobró”, pues todo esto desgraciadamente se ha quedado sin vigencia, porque en estos momentos, realmente todo está muy caro, y por subir nos suben ya hasta el agua del grifo.
El caso más vergonzante que estamos padeciendo estos días es el precio del ACEITE, así con mayúsculas para que se vea bien, y que algunos intermediarios cursis que son los que se llevan la pasta gansa llaman ahora AOVE. ¿Mande? (aceite de oliva virgen extra), que realmente ni es virgen ni es extra. El día que las administraciones empiecen a hacer controles de calidad y ya están tardando, nos vamos a llevar más de una sorpresa. Espero y deseo que no se repita otra desgracia como la de la colza.
Hace unos días se ha descubierto una tostada parecida en una bodega muy conocida y que daba mostitos por “reservas”, y es que cuando las multinacionales, también llamados Fondos Buitres, meten mano en cualquier negocio, son insaciables, además controlando todo el proceso de producción con lo que juegan con los mercados a su antojo y beneficio. Prueba de esa especulación pura y dura es que un producto como el aceite que está fabricado el año pasado cuyo precio era poco más de tres euros, en estos momentos los privilegiados que todavía puedan comprarlo, lo están pagando a más de nueve euros.
Y para conformarnos, nos toman el pelo con el camelo de esas expresiones tan rimbombantes y machaconas que se han sacado de la manga del mago estos modernos pregoneros y vendedores de humo como lo de la Biodiversidad, Agricultura Bioinclusiva, Sostenibilidad sostenible, producto de km. O, o eso de la IA (inteligencia artificial) o el mismísimo “Big data”.
En fin, un auténtico desastre. Y a todo esto sin contar lo de Murcia ni lo que nos espera como a don Carles Puigdemont i Casamajó le dé por votar. ¿Qué sí o que no? Lo dicho, nos espera una mala racha.