COSAS QUE PASAN | REENCUENTROS | José de Pineda
“Mientras más larga sea la espera y la ausencia, muchísimo más grato será el gozo de volver a encontrarse”
Al igual que el tiempo de Adviento es sin duda la llave del calendario litúrgico, también es tiempo muy apropiado, justo y yo añadiría que a veces, hasta necesario, para esos encuentros o reencuentros con familiares y amigos que por unas circunstancias u otras no se producen con la periodicidad que quisiéramos.
Hay varios tipos de reencuentros, destaco por ejemplo los programados, los coincidentes y los sorpresivos. Todos son enormemente gratificantes y muy útiles para una memoria cada vez más achacosa y deteriorada, perdida en los recuerdos, esos recuerdos que están a punto de desaparecer irremediablemente cuando se llega a cierta edad. Posiblemente cada uno de nosotros tengamos nuestras preferencias pero yo me quedo con esos encuentros sorpresivos. Desde esta humilde columna hago un llamamiento a los cuatro o cinco lectores que amablemente me siguen y que ya peinan canas que procuren por todos los medios y con la mayor frecuencia que puedan, que busquen cualquier pretexto para reencontrarse con sus familiares y amigos, convencido de que será una experiencia enormemente gratificante. Lo digo con conocimiento de causa pues hace unos días, he tenido la suerte de participar en dos de esos encuentros.
En uno, con amigos de toda la vida pero que solo nos veíamos de higos a brevas y que al final después de degustar una magnífica paella se palpaba en el ambiente el acierto de la reunión. En la otra, con antiguos compañeros de trabajo y algún que otro jefe. La mayoría no nos veíamos desde hacía más de una década, ni que decir tiene que nos faltó tiempo para ponernos al día de todos los acontecimientos malos, buenos y regulares que durante esos largos años tuvieron lugar, llegando unánimemente a la conclusión de la necesidad de programar con más frecuencia estos encuentros.
Observo con cierta curiosidad cómo reaccionamos en estos atardeceres de la vida con respecto al aspecto físico que presentan nuestras viejas amistades, llegando a comentar con el interlocutor de más confianza lo gordo, viejo o deteriorado que está fulano o mengano, sin darnos cuenta de que nuestra excesiva y muchas veces malentendida autoestima hace que ante los ojos de nuestros amigos, nosotros aparezcamos también iguales o más gordos, viejos y deteriorados que ellos. De ahí lo de la paja en el ojo ajeno y la enorme viga en el nuestro, pero eso, mis queridos amigos, es inevitable y consustancial con el ser humano.
Y para terminar, esos encuentros totalmente surrealistas que han tenido los poquitos españoles que se desplazaron a Qatar para presenciar los partidos de la “roja” y que vieron cómo unos moros disfrazados con la camiseta de España y las caras pintadas (previo pago de su importe) animaban alegres y contentos a nuestra selección. ¡Cosas veredes!
Como decía al principio, es tiempo de Adviento y aunque es un poco pronto, posiblemente seré de los primeros en felicitarles estas entrañables fiestas de la Natividad, con todos los mejores deseos de paz, amor y felicidad posibles y sobre todo que no dejéis de REENCONTRAROS.