DESDE UN LUGAR DE MALLORCA .- EDAD (II) .- José Calderón Barrios
Ya pasaron julio y agosto, los meses fieras de fuego. Todo arde, montes y montañas, colinas y collados. Y la antorcha continúa encendida en la mente de algunos. La tierra huele a flores quemadas, todo arde, menos nuestras conciencias. Bueno, a la edad. Cumplir 80 años es como asomarse a un abismo. Estar en servicio mínimo. En las tres fases en que los sociólogos han dividido la vejez, los que nacimos en el 35 del siglo pasado, nos encontramos en la 2ª fase, es decir, en la cuarta edad o mediana vejez, que abarca de los 75 a los 85 años. ¿Y cómo te sientes? Como los transeúntes de A. Machado, que están siempre de vuelta de todo porque no han ido a ninguna parte. Yo sí llegué hasta Suiza. El día que me contrataron ya había pasado la hora del desayuno, así que a las doce estaba hambriento. Los empleados del hotel estaban en el comedor pero ninguno comía –supe después que estaban en huelga de hambre, porque siempre les ponían espaguetis-. Yo rompí el hielo, no pude contener mi instinto de conservación. Espaguetis con salsa exquisita de tomate. Comía con ansiedad, ajeno a las exigencias del gremio; entonces una italiana muy delgada y con los dientes salidos se dirigió a mí exclamando: “Sembra que lei no ha mangiatomai”, “parece que usted no ha comido nunca”, me tradujo un asturiano, sin pedírselo, pues yo estaba muy atareado mezclando, como 2º plato, espaguetis con salsa. ¡Buuu…! Yo, del país que nunca ha tenido rey, me traje una granformación, además de un master en fregar platos y sartenes pringosas. ¡Ah! Y sabía decir “jawohl” (iavol) en alemán, que en traducción libre podría significar “Sí, buana”. Lo que pasa en el extranjero, incluso ahora aquí en España, es que vas a pedir trabajo y lo primero que te preguntan es que si sabes inglés. ¡Qué manía! “In illo témpore”, no. Yo estuve zarandando garbanzos con mi padre en el cortijo “el Picate” y nadie nos preguntó si hablábamos inglés, ni siquiera Lorenzo el “aperaó”. Tiempos recios, los padres de familia, desesperados, salían al campo, sin ley, con las manos secas, llenas de dedos prensiles, dispuestos a acaparar cualquier cosa supuestamente comestible. Vivir era subsistir y se acudía a los medios más inauditos. Si en la escuela te ponían como compañero de banco al hijo de un guardia civil era como si te hubieran tocado los cupones, porque tenías la posibilidad de jugar en el cuartel y en un descuido colarte en las cuadras y coger algarrobas a ras de los pies de los caballos. Sí, esto ahora parecerá ridículo, La Luisiana, actualmente, está rodeada de pan, pero entonces todo era miseria, y cardos borriqueros.