DESDE UN LUGAR DE MALLORCA | EL LADO EXTRAÑO DEL DOLOR (VI) | José Calderón Barrios
La revolución múltiple que ahora sufrimos empezó cuando el primer niño, aparentemente inocente, pidió permiso en su casa para dormir en la de un amigo. Sus padres no se molestaron en averiguar la verdad. Hasta que un comisario de policía les llamó a altas horas de la noche.
Recab habló así a sus hijos: Nunca bebáis vino, ni construyáis casas, ni plantéis árboles ni sembréis nada, sino que habitéis en tiendas toda la vida, para que viváis muchos días sobre la tierra en que sois peregrinos. Es decir, quería que ejercieran la vida nómada, pues consideraba la época de Israel, antes de la conquista de Canaán, como ideal de perfección. El profeta Jeremías los presentaba como modelo de fidelidad.
Yavé dijo a Jeremías: Los recabitas han obedecido a su padre, pero este pueblo que yo elegí no me ha obedecido a mí. Por eso quiero un varón de la estirpe de Recab para que me sirva en el templo.
Estos aconteceres teológicos son muy antiguos; mucho más antiguos que los tiempos de Maricastaña, como se solía decir. Hoy día, este acto de fe no aparece más que para denominar la calidad de sonido que la técnica consigue en aparatos acústicos, designados como de alta fidelidad. Más que fidelidad y servicio, hay voluntad de eliminar al padre, de suplantarlo. Antropocentrismo.
Hay muchos cristianos, pero sociológicos: registrados como tales, bautizados, primera sin segunda comunión, confirmados, casados. Todo pura tradición y trámite. Generalmente no se cree, todo es ficticio. Nuestro verdadero Dios es el estómago, y los templos más frecuentados son los supermercados, atestados de víveres y otros objetos: materia. Están a rebosar, sobre todo los sábados, el día de precepto de los consumidores. Corriendo con los carritos, temiendo no llegar a tiempo al “dos por uno”. Las madres corren porque sus hijos quieren más bollos con nocilla. El síndrome de la madre muda se produce cuando de anciana es maltratada por sus hijos y nietos. De pequeños, ella, no les había hablado de los mandatos de Dios.
Salmo de aviso: Si Yavé no edifica la casa, en vano trabajan los constructores, si Yavé no guarda la ciudad en vano vigilan sus centinelas.
¡Ese vaso nooo, que lo ha utilizado la abuela!
He leído el último artículo de J.M. Rivero, “Un demonio silencioso”. Cosa fina, literatura de élite. Me han sorprendido, sin embargo, las preguntas con las que lo termina: ¿Quién vendrá ahora para salvarnos? ¿Quién?
Que yo sepa, nadie ha levantado la mano para responder. Yo tengo la respuesta; presumo al menos de tener una explicación, mi explicación particular. S. Beckett, autor de “Esperando a Godot”, pieza teatral del absurdo, el antiteatro, hace las mismas preguntas, pero más que con palabras, con actitudes absurdas. La comedia termina pero Estragón y Vladimír, los dos protagonistas, siguen esperando pacientemente, en la orilla de una carretera. Finalmente el telón cae, pero Godot no ha aparecido.
La situación actual es crítica. La misma Naturaleza, mirando con rabia a los seres mundanos, contumaces y tercos, se alza con su ejército natural: agua, seísmo, fuego, ciclones, huracanes, y entes microscópicos. Formados, listos para la guerra, “die Blitzkrieg”, la guerra relámpago, táctica teutona, con la que se hacían con un pueblo en una hora.
En los viejos libros sagrados se cuenta que Yavé mira a Amós guardando bueyes y le encomienda una misión. Él le dice que prefiere quedarse cuidando a su ganado y sus higueras. Pero la fuerza del Espíritu rompe rocas, y Amós, pastor de Tecoa tuvo que coger su cayado y dirigirse al reino del norte para advertir a los pueblos esclavistas, que adoraban dioses falsos, del castigo que les esperaba. Pero Dios, padre resignado, todavía aconseja por boca del vaquero que si buscan a Dios y le siguen, vivirán.
- Juan Pablo II, en vida, en una homilía, dijo que el mundo había perdido su camino, que no sabía a dónde iba.
Ortega y Gasset, espíritu de la segunda república, viendo los errores que se cometían, exclamó con palabras quedas: ¡No era esto, no era esto…!
¿Que quién vendrá a salvarnos? Cristo, el de ayer, hoy y mañana. “El desclavado de la cruz una vez cumplida su misión”, el que nunca falla.
Nosotros, mundanos, contumaces y tercos, tendríamos que ejercitar la virtud de la fe, la certeza de que sucederá lo que se espera, la prueba convincente de que existen realidades que no se ven.
José Calderón Barrios