DESDE UN LUGAR DE MALLORCA | ¡ESTA TIERRA ES MÍA! | José Calderón Barrios
La afirmación resonaría como un trueno, cuando Caín mató a su hermano, por envidia: » ¡Esta tierra es mía! . La primera declaración de guerra, cuando Caín se reveló contra el Creador: » ¿Acaso soy yo el guardian de mi hermano? Y el primer parte de guerra cuando Yavé, enojado, se dirige al homicida: «La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra; cuando la labres no te dará sus frutos, y andarás por ella fugitivo y errante». Caín fue a refugiarse al este del Edén, allí, donde la hierba no crece (y conste que el caballo de Atila aún no había nacido, ni siquiera Atila).
En la tercera generación aparece Enós, nieto de Adán y Eva e hijo de Set; en un ámbito de hostilidad y violencia en el que los hombres no pensaban más que en cometer perversas y aviesas acciones. Enós empezó a invocar el nombre sagrado de Yavé (Gn 4,24). Fue el primero que se dio cuenta de que sin Él no se podía hacer nada; y hablaba valientemente a sus próximos, del amor y obediencia que todos debían profesar al Creador. Sus coetáneos llegaron a sentir tal aversión hacia él que fue odiado,
calumniado, humillado y perseguido. La tribu quería demostrarle que el dios del hombre -según ellos- es «el pueblo unido jamás será vencido», y no hay otro. Así como Elías, hombre de Dios -mucho después- fue arrebatado de la tierra en un carro de fuego, a la vista de todos. Enós, el proselitista de Dios, según la tradición, fue transportado misteriosamente a la casa del Padre Eterno.
Es sorprendente cómo «el Factor de Todo», desde el principio, ha sido interpelado por sus propios creados. Así, cuando la travesía por el desierto, el pueblo elegido se queja a Moisés, portavoz de Yavé, : ¿Por qué nos han sacado de Egipto? Allí comíamos carne sabrosa, y aquí, este maná no tiene gusto a nada. Incluso el profeta Habacuc se queja al todopoderoso, ¿Hasta cuándo, ¡Oh Yavé! suplicaré sin que me oigas?. Y se lamenta de la sordera de su Señor. » Yo soy el que soy» le responde en el segundo capítulo: «Sucumbe el que no tiene alma recta, pero el justo, por su fidelidad, vivirá».
Vivimos en un mundo tan mal organizado que parece que vivimos en un manicomio muy bien desorganizado. La mujer se viste de hombre y el hombre se viste de mujer; las parejas normales no quieren tener hijos y las formadas por homosexuales quieren tenerlos. Hay parejas que van por sus 22 parejas, y algunas madres que paren a sus propios asesinos. El mundo va mal porque hay muchos y muchas que se han acostumbrado a andar sobre alfombras. Un escritor suramericano, venido a España a recoger un premio literario, hablando de las dificultades del mundo moderno, y lo complicado que estaba todo, se atrevió exponer delante de un atril: «Si Dios, antes de crear el mundo, hubiera
pedido mi opinión yo le
hubiera aconsejado algo más sencillo.
La gente se cree que Dios es cualquiera, pués no. Él, solo, exterminó a los amorreos, altos como cedros y fuertes como encinas; porque querían impedir que el pueblo elegido se asentara en la tierra prometida. Hace falta mucho amor y alegría, y muchos abuelos. Una antigua leyenda manifestaba que Atila había sido tan malo y destructivo porque no había conocido a ninguno de sus abuelos.
Qué triste sería una ciudad sin Dios, con individuos sin alma, sin sentimientos, como espantajos de melonar. No, no queremos a Dios. Ahora, en el Boletín Oficial del Estado, 16/09/22, aparece la suspensión de la asignatura de religión. Hace 90 años, en la segunda república, en 1.932, por decreto ministerial, quedó también suprimida. El mundo es una noria, todos los movimientos se repiten, todo vuelve, y vuelve a volver.
En los telediarios nos dan noticias nefastas. Vladimir Putin aparece con aires de invicto, con cara de hegemónico, desafiante, como si sostuviera un arma nuclear, «último grito», debajo del sobaco. Las últimas noticias son sobrecogedoras pues, poco más o menos, nos anuncian que en cualquier momento, moriremos todos, chamuscados.
¿En qué cabeza cabe que un tío más que millonario, con mansiones, colección de coches de lujo, y propiedades kilométricas, puede apretar «el botón?». Si fuera un «sin techo», durmiendo en un rincón de la ciudad, en el suelo sobre cartones húmedos, en invierno, con fiebre, y arriba en el espacio, tormenta amenazante… entonces, éste sí puede que lo hiciera.
En Europa, después de la «Gran Guerra», 1.914- 1.918, los mandamases se prometerían que nunca más sucedería algo parecido. Pués bien, la nueva rebeldía del hombre contra Dios no tardó en llegar. 21 años después, se declaró la segunda guerra, 1.939-1.945, 6 años de contienda y 40 millones de muertos, en no continentes y océanos.
(Continuará)
José Calderón Barrios