EL ALGUACILILLO | URDIALES CUMPLIÓ LA PROFECÍA DE CURRO, JIMÉNEZ EMPIEZA A PERFUMAR LA MAESTRANZA | Curro Pavón
Decía el maestro Curro Romero que por allí arriba había un torero que el día que lo vieran en Sevilla…, y lo dejaba en el aire, con la sapiencia y seguridad que tienen los elegidos para captar lo diferente. Romero dotó a un hombre de La Rioja con sus bendiciones y lo bautizó como su principal bandera, difícil al tiempo que bonita responsabilidad. Lo que Curro presentía, se hizo realidad el 2 de octubre de 2021 para su propia satisfacción personal.
Diego Urdiales fue Diego y Urdiales según requería el momento durante la tarde maestrante. Las más puras facetas de torero y persona surgieron en medio de una gran emoción contenida. Urdiales por las formas de parar al cuarto, por esas verónicas que tanto tiempo llevaba esperando en la antigua Híspalis, tan clásicas, cortas y personales. Urdiales por la manera de cuajar al buen toro de Domingo Hernández, qué sin ser rotundo, ofreció posibilidades. Tuvo, sobre todo, nobleza, recorrido y atención a los diferentes toques, tuvo lo que supo captar a la perfección Urdiales. Brotó la armonía en sendas tandas en redondo con la espada montada en la muleta, se movía el cuerpo con delicadeza y la manera de citar era preludio de grandes muletazos. Al natural soñó el toreo, una vez cogido el punto, había que tocar, esperar y cumplido el cometido, disfrutar de las embestidas. La mano izquierda fue copa de vino caro para embriagar a los aficionados, las cosas de la tierra. Urdiales tocaba el corazón de la Maestranza en una especie de romance y se entrega en un canto a la naturalidad infinita. Monumental la última tanda, de frente, el pecho entregado y la seda en la zurda para torear aún más despacio. Sublime. El molinete, el cambio de mano y ese desplante tan currista daban valor a la obra. Por todo el hoyo de las agujas el espadazo y las dos orejas en la mano. No era fácil después de la eclosión morantista. El primero no permitió el lucimiento, destacar el intento y la buena colocación.
Diego por tener la sensibilidad de reflejar en el ruedo lo que muy pocos conocemos, por dar valor y categoría a la despedida de un amigo, más que a un miembro de su cuadrilla. Dijo hasta luego nuestro paisano Juan Carlos Tirado en medio de un mar de sentimientos tras una vida entregada a la profesión, torero serás por siempre. Te fuiste tal y como eres, de manera silenciosa y sin grandes alardes, pero por la puerta grande, con el reconocimiento de Diego y el resto de compañeros. Hay brindis y abrazos que nunca se podrán olvidar. La realidad superó a tus sueños, la vida te tenía guardado el mejor de los regalos. Llorabas de felicidad, lágrimas verdaderas recogidas por el más bonito de los alberos. Así lo merecías.

FOTO @maestranzapages
Ser y llegar a ser son dos conceptos diferentes que en esta ocasión fueron complementarios. Ángel Jiménez llegó a la plaza de su doctorado por la vía de la sustitución, ocupando el segundo lugar que dejó Pablo Aguado. El de Écija es un torero qué con dos corridas de toros, incluida la alternativa, compartió cartel con dos figuras del toreo y ni mucho menos pesó la situación. Sus andares tranquilos, sus pasos pausados, permitieron dejar grandes frascos del más valioso de los perfumen. El quite por delantales, al toro de Manzanares, rematado con dos medias extraordinarias, comenzó una sinfonía que fue in crescendo al son de templadas muñecas. Rugió Sevilla con el saludo al tercero, los brazos embarcaban las embestidas como barco velero en la suave tempestad. Bailó Jiménez al compás de Chicuelo para llevarlo al caballo. El inicio con la pañosa, de altos vuelos, los genuflexos tuvieron el sabor de lo olvidado y la largura por bajo de lo interminable. Los primeros derechazos, profundos y de fina composición, aventuraban cosas importantes. En ese momento, el toro bajo al igual que la intensidad. Quizá faltó un puntito. Bien Jiménez.
Lo del sexto merece analizarlo, para que me voy andar con rodeos, el peligro se apoderó de los tendidos y el miedo hizo acto de presencia. La res se tiraba al pecho con violencia, prácticamente imposible. Se empeñó el astigitano en ponerse muy de verdad y exponer el cuerpo jugándose la cornada. La actitud demostrada sobrepasó los límites, nada pudo ser lucido. Sevilla, muy atenta a todo lo acontecido, supo reconocer el esfuerzo. El paso dado por Ángel Jiménez fue muy importante de cara al aficionado. Día de mucho compromiso. Puede llegar.
Manzanares mantiene un idilio con la plaza que le hizo torero y nunca falló un tanto especial. Los dos son uno solo cada vez que el de Alicante pisa el ruedo. La conjunción es perfecta y el cariño mutuo. Volvió a relucir en el segundo, el burel, pronto y bravo, ofreció muchas opciomnes, que aprovechó José Mari para hilvanar un trasteo ligado y que destacó por la composición de la figura y acompañamiento del cuerpo para dotar de belleza los diferentes pases. Eterno un cambio de mano e infinito un pase de pecho a la hombrera contraria. La manera de llenar el escenario y de ocupar los tiempos muertos son dignas de alabar. Tanto con la derecha como con la izquierda, templó los viajes de su antagonista y dentro de su concepto, volvió a encontrarse con la Maestranza sin terminar de encontrar la rotundidez. La gran estocada, recibiendo y de efecto fulminante, terminó de cortar la oreja. Nada había que sacar en el quinto, muy pegado al piso, parado y rajado. Lo pasó mal con la tizona.
Garcigrande-Domingo Hernández, envió una corrida dispar, tres toros con opciones y posibilidades, otros tres dificultosos y con teclas. Muy malo el sexto. Los lotes hicieron posibles que tocará uno de diferente condición a los tres espadas anunciados. Las cuadrillas realizaron un gran trabajo durante todo el trascurso de las lidias, también pasaron sus apuros.