MIS MEMORIAS Y RECUERDOS | CAPÍTULO XXI | UN JUEZ JUSTO | Paco Rodríguez
Transcurría la década de los años cincuenta del siglo pasado, cuando una noticia de fuerte calado, (el supuesto suicidio de un inspector de la policía gubernativa de entonces, llamada vulgarmente secreta), dejaba impactada a gran parte de la población ecijana. Hecho que ocurrió el viernes siguiente al día del Corpus, en el mes de junio. Al parecer, el aludido funcionario de policía, se había disparado con su propia pistola, y dejó una carta manuscrita, dirigida al juez, en la que exponía cuales habían sido los motivos, que le habían llevado a tomar la decisión de quitarse la vida.
ANTECEDENTES.- El Juez titular del Juzgado de Instrucción (cuyo nombre omito por cuestión de privacidad, y respeto a su familia) tenía conocimiento de la sucesión una serie de hechos, en los que se tenía sospecha la autoría de determinados funcionarios de la comisaría de policía, al frente de los cuales estaba el policía que se había suicidado.
Quizás las causas de la tragedia del mencionado inspector de policía, se remontara a unos hechos reiterativos, de “abusos de autoridad”, en los que participaban algunos funcionarios de la comisaria de policía, al frente de los cuales se encontraba el funcionario suicida.
Ellos, los policías, sin mediar la preceptiva orden judicial, ni denuncia alguna, actuaban por su cuenta; cometiendo toda clase de tropelías, malos tratos, vejaciones e insultos a las entonces prostitutas legalizadas, que ejercían el oficio, sin ninguna clase de escándalos, que dieran lugar a denuncias de los vecinos de las casas colindantes, las calles Parralejo, Puerta Nueva y aledañas. Los policías entraban, sin avisar, en tales domicilios, vociferando y sometiendo a aquellas mujeres a toda clase de vejaciones, insultándolas, e incluso agrediéndolas en caso de que se resistieran a obedecer sus requerimientos. Así actuaban los funcionarios comandados por el susodicho Inspector, de manera asidua, durante bastante tiempo. Ninguna de las perjudicadas compareció en el Juzgado a denunciar los hechos. Era tanto el temor a la represalia, que soportaban de forma estoica todas las humillaciones, con tal de que no continuaran las agresiones. No obstante ello, el Juez tenía conocimiento de lo que estaba ocurriendo, por medio del Agente Judicial, a quien le tenía encomendada la misión de informarse de todo, extendiéndolo a la Policía Municipal, quienes les dirigían informes puntuales al respecto. Comparecieron aquellas a requerimiento del Juez, y fueron examinadas por el Médico Forense, que emitió informe en el que determinaba que las lesiones que algunas tenían en su cuerpo, incluso las secuelas que otras presentaban, eran producidas por golpes violentos.
El Juez continuó la instrucción de un sumario por lesiones, daños y abusos de autoridad, contra toda la plantilla del cuerpo de policía gubernativa, de aquella comisaria.
Al tener conocimiento la autoridad policial superior, sin dilación, ordenó la disolución de la comisaria en esta ciudad, así como el traslado de los funcionarios a otras comisarias. Quedaron pendiente las sanciones o medidas que se tomarían contra los funcionarios, una vez se conociera la sentencia judicial.
La mañana del Corpus, el policía se acercó al entorno de la Plazuela de Santa Cruz, para ver la salida de la Custodia. Presumiblemente su interés consistía en comprobar la asistencia de las autoridades al cortejo. Por lo que después dejó redactado en la misiva, entre las autoridades no se encontraba el Juez de Instrucción del Partido, como venía siendo su costumbre, durante los años que estuvo destinado en Écija. Aquél día, quién ejercía las veces de la autoridad judicial, como sustituto, fue el Juez Municipal.
El Juez continuó la instrucción de un sumario por lesiones y abusos de autoridad contra toda la plantilla del cuerpo de policía gubernativa, de aquella comisaria. Al tener conocimiento la autoridad policial superior, sin más dilación, ordenó la disolución de la comisaria en esta Ciudad, así como el traslado de los funcionarios a otras comisarias. Quedaron pendiente las sanciones o medidas que se tomarían contra los funcionarios, una vez se conociera la sentencia judicial.
Es obvio que, tras la sucesión de acontecimientos, en los que se vio envuelto, el funcionario responsable, que comandaba las relacionadas operaciones, que habían derivado en la desaparición de la Comisaria y la sanción que posiblemente le impondrían, al parecer la mañana festiva de aquél Jueves del Corpus, el policía se acercó a los alrededores de la Iglesia de Santa Cruz, de donde saldría la procesión, con el propósito de ejecutar su venganza del Juez titular del Juzgado de Instrucción. Por lo que, al no verle desfilar, como era su costumbre cada año, viendo frustrada su intención, realizó el acto de poner fin a su vida, pero dejándolo escrito en la misiva que se encontró en su domicilio.
- – La Ciudad de Écija, por tales hechos, se vio perjudicada y privada de una necesaria Comisaría de Policía. Órgano que no volvió a recuperar Écija hasta principios de los años setenta. Manteniendo una convivencia entre ciudadanos y policías, bastante fluida y positiva. Mi agradecimiento, como ecijano, a la gran labor que presta la Comisaría de Policía, desde la fecha de su implantación en esta Ciudad.
*DESTINO DE UN BUEN JUEZ.- El Juez al que me vengo refiriendo, (cuya identidad no doy por el lógico respeto a su privacidad, o de sus familiares), estuvo ejerciendo su cargo en Écija, en el Juzgado de 1ª Instancia é Instrucción del Partido, con sede en la calle Conde, casa propiedad del que fuera presidente de la Audiencia Territorial de Sevilla, Don Antonio Rueda, y en la cual residió el susodicho Juez, hasta mediado el año 1954. Ejerció su cargo, impartiendo justicia con un criterio acertado, interpretando las leyes, de forma justa, en defensa de los ciudadanos que acudían a él; sin dejar ser un ser Juez cercano y muy humano. Gozó de un prestigio y afecto por parte de todas las capas sociales de la Ciudad. Sus actuaciones, siempre dentro de las normativas legales, adquirió fama entre los compañeros de la carrera judicial; llegó más allá del territorio andaluz.
Pero…(como todo en esta vida), tenía sus detractores. Éstos se encontraban dentro de las altas esferas de la Administración de Justicia. La envidia y la mala baba está en todas partes. Máxime si su origen parte de la mala política, o formas sectarias de practicarla. Para ser perfecto, a veces, hay que comulgar con ruedas de molino. Las “altas esferas” judiciales, esas que determinaban qué Magistrado era merecedor de ascenso, ante el Tribunal Supremo, y por consiguiente, poseer el honor inmaculado –a juicio de ellos- de ser considerado ¡APTO! para ejercer sus funciones en el Superior Tribunal, culminando una exitosa carrera judicial. Él, sin saber por qué, su nombre y su cargo, estuvo señalado con un puntito rojo, que le excluía de toda posibilidad de ascenso a Magistrado del susodicho Alto Tribunal. La carrera del Juez a que nos estamos refiriendo, consistió en la de ascender a Magistrado y ocupar plaza en uno de los Juzgados de Sevilla capital, para más tarde ocupar el cargo de Magistrado en la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Sevilla. Finalmente estuvo ejerciendo, como presidente de la Sala de lo Civil de la entonces Audiencia Territorial de Sevilla.
ACLARACIÓN.- Los hechos relatados anteriormente, los conocí por información de compañeros del Juzgado, uno de los cuales fue testigo muy directo de todas las actuaciones que se llevaron a cabo en la sede judicial. Repito que en la Ciudad causó gran impacto aquél suceso, a partir del suicidio del policía implicado, y los hechos colaterales que se produjeron. Esa conmoción que se produjo en la ciudadanía, tuvo el efecto beneficioso, que supuso la tranquilidad de la población, que pudo comprobar, que tanto su seguridad personal, como sus derechos, estaban garantizados, por la intervención puntual de un Juez honesto que administraba justicia en ÉCIJA y su Partido Judicial.