COSAS QUE PASAN | HERMANOS | José de Pineda
La verdad es que todo viene a colación y el motivo principal del título de este artículo es debido a la pérdida reciente de mi hermano Nicolás (q.e.p.d.). Fuera aparte de sentimentalismos internos, propios por la ausencia de un ser querido, quiero hacer una profunda reflexión acerca de la poca importancia que desgraciadamente le dan algunos a las relaciones familiares con estas desafortunadas y lamentables desavenencias que en estos momentos nos acucian.
Unas veces entre padres e hijos, otras entre hermanos y ahora, como todos conocemos, entre el núcleo principal de la familia que no es otra que el matrimonio. Todas estas desagradables situaciones están provocando en nuestra sociedad una enorme quiebra total de valores fundamentales para la convivencia que van a ser muy difíciles de recomponer. Y lo más lamentable de todo este asunto es que no nos damos cuenta hasta, como es mi reciente caso, la pérdida de un hermano; hermosa palabra esta que no sólo define como a un miembro más de la familia, si no que en la mayoría de las veces esta definición encierra una total, sincera y desinteresada comunión con el familiar querido.
Una vez que desgraciada e inevitablemente se van perdiendo a los padres, los verdaderos sostenedores de la familia, sólo nos queda el apoyo imprescindible de los hermanos, porque al igual que dice el refrán de “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”, yo añado que “quien tiene un hermano con mayúscula, tiene la Gloria”. Pero desgraciadamente entre los tiempos tan convulsos que nos han tocado vivir y el excesivo apego a lo material, estamos viendo y padeciendo cómo gran cantidad de familias se están haciendo trizas y destrozando encarecidamente, unas veces por una mísera e insignificante herencia, otras por simples desavenencias espurias y la mayoría de las veces, provocadas por la ausencia total de diálogo entre familiares. Y es que como me decía el otro día nuestra querida tía Encarnita: “en esta vida se puede comprar todo: una casa, un cortijo, un coche, un título, pero una familia jamás se podrá comprar”.
Y al igual que Dios te manda cada día un nuevo amanecer y flores por primavera, cada vez que tú quieres hablar, él te escucha. Pero también te va indicando con señales inequívocas y bastante claras el camino que tienes que seguir durante tu trayectoria vital, pero lamentablemente, la mayoría de las veces o no vemos esas señales o simplemente no queremos verlas y cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde para rectificar y nos encontramos totalmente perdidos, desorientados y sin posibilidad alguna de recibir la ayuda que en su día se nos ofreció.
Por eso es tan importante y primordial que mientras se nos permita poder disfrutar de la cercanía y convivencia familiar, no nos enredemos en conflictos fácilmente evitables, porque es tan corto nuestro paso por la vida y hay tantos motivos para vivirla que no merece la pena tirar por la borda el capital mayor que Dios desinteresadamente nos entregó: La Familia.