MIS MEMORIAS | VEINTE AÑOS DE UNA TRAGEDIA… | Paco Rodríguez
El asesinato vil de SANDRA PALO, causó una conmoción en todos los españoles. Hoy hace 20 años de aquello, y aún se me hiela la sangre recordando cómo acabaron con la vida de Sandra, cuatro niñatos, tres de ellos menores de edad, un cuarto con la mayoría de edad. La violaron, la atropellaron con el coche, para matarla, y viendo que no moría, la rociaron con una lata de gasolina, le prendieron fuego hasta que muriese. La dejaron abandonada en el lugar de los hechos.
Los menores, por la Ley del menor que padecemos en España, ingresaron en centros de menores y fueron puestos en libertad, después de un breve tiempo internos. En la actualidad siguen delinquiendo, desde el mismo día que fueron puestos en libertad. O sea, de reinsertarse…nada de nada. El que tenía la mayoría de edad, está cumpliendo una pena de 64 años, próxima a cumplir, con los beneficios penitenciarios…etc…
En los EE.UU, no existe distinción de edad. O sea, el menor es ingresado en una prisión de máxima seguridad, hasta que cumple la mayoría de edad, que es internado en otra prisión menos tolerante, donde podrá estar cumpliendo la pena que le haya sido impuesta. Cuya condena no tiene los privilegios que hay en España. Porque en España somos diferentes.
Aunque nos cueste, tenemos que reconocer que la Justicia en los Estados Unidos de América, actúa de forma diferente a cómo funciona en España. Ellos son tan demócratas o más que nosotros. Su democracia es más antigua y consolidada que la nuestra. Pero las víctimas de los criminales y delincuentes, están más protegidas que lo son aquí en este Pais, aún llamado España.
Es cierto que tenemos una Constitución votada por la mayoría del pueblo español. Pero hay cuestiones que no están garantizando los derechos y libertades de los españoles. A pesar de ello, la preferimos, a una dictadura, como la que hemos tenido durante cuarenta años.
Este caso sí que es un referente de nuestra mediocre democracia. De cómo nuestro «garantista» Estado, olvidó que la garantía siempre tiene que estar del lado de la víctima y no al revés. Nuestras leyes «garantistas», nuestra Constitución «garantista» ésta redactadas en un momento de nuestra historia, en la que queríamos vendernos al exterior como una democracia plena, han destrozado al final a aquellos a los que se supone debían proteger, o sea, a las víctimas.